jueves, 19 de marzo de 2020

Día 8 de cuarentena: A grito pelado en la terraza

Llevo viviendo siete meses en Madrid. En todo ese tiempo, he hecho videollamada con mis mejores amigas una vez. Dos como mucho. Hablamos, sí, pero de vez en cuando y a ratos. Siempre con prisas. Nos contamos las cosas importantes, nos deseamos suerte para los exámenes, pero no nos pegamos una tarde entera hablando por teléfono, riéndonos de chorradas. Es difícil coincidir. Nunca hay tiempo.

En esta cuarentena, que ha durado apenas ocho días (parecen más, lo sé), ya nos hemos llamado, y hemos escrito más por el grupo de whatsapp que en todo el último mes.

Con los de Madrid me pasé todo el domingo al teléfono, con personas diferentes a ratos. Y el martes, antes de ver una peli con mi familia, me uní a la videollamada de mi grupo brevemente. Solo porque echaba de menos sus caras, y porque me apetecía darles las buenas noches. Con mis abuelos hablamos todos los días. Hoy, por el día del padre, hemos comido juntos. Ellos desde su mesa y nosotros desde la nuestra. El FaceTime, que hace maravillas. 

Hemos llamado a amigos de mis padres que me preguntaron que qué tal me iba la carrera, porque desde que empezó el curso no habíamos podido hablar. El estar todos confinados en casa sin mucho que hacer nos ha dado la excusa perfecta para retomar el contacto. Estos días he tenido conversaciones por whatsapp con gente de la que no sabía nada desde hace meses. Y lo bien que ha sentado.

Cuando pienso en todo eso, se me llena el corazón de ilusión. Porque estamos viviendo un momento en el que se nos ha pedido que nos aislemos de la sociedad, del resto del mundo, y nosotros hemos decidido aprovecharlo para encontrar otras maneras de seguir conectados. 

Ya no podemos irnos de discoteca, pero en los balcones de Italia pusieron música a tope y bailaron todos juntos como si no hubiera un mañana (a mi urbanización todavía no ha llegado semejante nivel de fantasía). Ya no se puede ir a los gimnasios, ni a hacer deporte juntos, pero en un edificio aleatorio un profesor dio una clase de pilates en el patio y todos los inquilinos la repitieron desde sus terrazas. En la calle de una amiga jugaron al Veo, veo. En la de otra, se pegaron media hora cantando Hola, don Pepito. Los vecinos, esos extraños al lado de los que hemos vivido todos estos años, se están convirtiendo en conocidos, en amigos, en compañeros de cuarentena.

Y, cada día, a las siete en Canarias, salimos a los balcones, terrazas y ventanas a aplaudir a los sanitarios. A gritar, tocar las trompetas, hacer ruido. En El Hierro, a su manera; a tocar pitos, chácaras y tambores, para oírse unos a otros desde las casas dispersas. Una forma de dar las gracias, pero también una forma de unirnos, de saber que no estamos solos en esto. Cada día a las siete cantamos Resistiré en nuestras terrazas. Porque resistiremos. Todos juntos, claro que lo haremos.

Mi profesora de Genética empezó la videoconferencia de hoy diciéndonos que, cada clase, comenzaríamos la sesión con dos personas dando un mensaje positivo. Rosa, aquí te dejo mi mensaje de hoy: me encanta que este momento en el que se nos ha obligado a pararnos, lo hayamos aprovechado para reencontrarnos con todos aquellos a los que teníamos olvidados, y para conocer y unirnos a esos en los que nunca nos habíamos fijado.

Y qué bonito es que, este aislamiento, más que alejarnos, nos esté acercando.

                                                                                  foto por Daniel Tafjord, Unsplash

4 comentarios:

  1. Querida elena como siempre me emociona,un beso de luisito,luis y mio

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  2. Así es Elena. A veces, cuando hay dificultades y penurias, hacen que nos sintamos mas unidos, más familia. Un beso desde El Hierro : Mari Carmen

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  3. Vivimos en una época en la que es posible comunicarse con los seres queridos con solo unos pocos clics.

    Sin embargo, a pesar de esta mayor conexión, las personas de más edad están más solas que nunca. De hecho, más del 43 por ciento de las personas de la tercera edad aseguran sentirse solas todos los días.

    Hagamos magia ,para que les llegue unmensaje de cercania.
    Carmelo

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  4. Elena, siempre fue y ahora también lo es, un placer leer tus escritos desde que tenías entre 8/9 añitos, dándote clases. Me emociona ver que tu habilidad a la hora de escribir y ser creativa ha florecido, igual que tú. Leyendo tu blog, reconozco la niña atenta al detalle, devora-libros, creativa y muy sabia por sus primaveras vividas que me encantaba dar clase! Your parents did such a good job!!!!! (on both of you)

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